miércoles, 18 de noviembre de 2009

Ciudadanía e identidad





Por: Isolde Reuque Paillalef

En este documento examinamos con cuidado los conceptos de ciudadanía e identidad, sus contradicciones y dificultades en un país multiétnico, y que son observables hoy en Chile.

Al comenzar esta reflexión no puedo desconocer un ligero avance por reconocer las diversidades existentes en el mundo. A pesar de las discriminaciones y la invisibilidad de los pueblos originarios, a pesar del crecimiento de la riqueza, de un desarrollo científico técnico inimaginable y del desmoronamiento de fronteras, se mantienen la pobreza, las desigualdades, las discriminaciones y conflictos de todo tipo; en suma, la infelicidad para millones de habitantes del planeta. Pero con la diversidad de pueblos originarios que tiene el mundo, se genera la esperanza de que sean posibles las respuestas para construir sociedades más visibles para todos.

Al observar el fenómeno de la globalización de las comunicaciones, de los mercados y la influencia de la educación y la religión que han desdibujado y borrado fronteras, los países conservan identidades nacionales, formas culturales y modos de relación social que los hacen distintos unos de otros. Incluso al interior de las propias fronteras nacionales viven pueblos originarios e identidades múltiples.

Con estos antecedentes, la pregunta que surge es ?qué es la ciudadanía e identidad? En función de la construcción de identidad y el explosivo crecimiento de las ciudades en todo el país, nos vemos enfrentados a nuevos retos y a la reestructuración de los parámetros iniciales que se refieren a ambos conceptos. Por un lado, tenemos el concepto de ciudadanía que se define como la calidad y el derecho del ciudadano. El concepto de ciudadano se origina de la palabra ciudad que quiere decir comunidad que disfruta de un estatus administrativo característico, determinado por el volumen de su población, y en donde el hombre está en posesión de todos los derechos que brinda la ciudad o al menos tiene acceso.

Por otro lado, el concepto de identidad etimológicamente tiene que ver con el concepto de identificación; proceso que tiene que ver con una opción personal del yo que acepta e integra en su voluntad, es decir, sujeto a su control inmediato y en consonancia con el resto del yo en el tiempo. Por lo tanto, el concepto identidad sugiere un conjunto de representaciones que cada sujeto tiene de sí mismo, las que a su vez se sustentan en representaciones del otro u otra. La identidad permite a los individuos reconocerse como iguales o semejantes y también como diferentes, teniendo como base el intercambio entre los grupos inmediatos y entre la sociedad toda. Las características sociales, corporales y subjetivas que la conforman, otorgan valor a los individuos. La representación que alguien tiene de sí, se afirmará, con mayor o menor fuerza, si es valorada grupal y culturalmente como positiva o negativa. En definitiva, la identidad es un asunto de afirmación de uno mismo y, paralelamente, de exclusión del otro. Por ejemplo se es chileno en antítesis a la pertenencia a otra nacionalidad.

Ciudadanía e identidad

Al referirnos a los conceptos de ciudadanía e identidad en términos generales vemos que la construcción de identidad se desarrolla en función del ambiente en que le toca vivir al hombre y compartir diariamente como son el espacio geográfico, la pertenencia étnica, la religión, el idioma, etc. Sin embargo, con la instauración del Estado-Nación, todos los aspectos de la construcción de identidad se ven atravesados por el rol hegemónico que impone el Estado a través de la Constitución Política y las leyes. Obviamente esto implica un replanteamiento de las concepciones iniciales de ciudadanía e identidad. Esto no quiere decir que las concepciones primarias desaparezcan, sino que a partir de ellas se abre un abanico de nuevas concepciones.

Tenemos que la identidad cultural se expresa en dos niveles: en los discursos elaborados, articulados y rigurosos de los ciudadanos que están en el núcleo del Estado y en los discursos cotidianos y espontáneos que expresan la gran diversidad de la vida cotidiana de la gente o el ciudadano común y corriente (Larrain, 1996).

El proceso de construcción de identidad de toda agrupación humana tiene por objetivo la reproducción y su trascendencia en el tiempo (Maturana, 1984), para lo cual necesita elaborar certezas y sentidos sobre su situación en el cosmos. Las certezas tienen que ver con su relación en el mundo natural y los sentidos con su propia trascendencia y cosmovisión.

Tal como se describe en el documento vemos que ciudadanía es un concepto construido por el Estado para llevar a cabo sus objetivos como país y es hegemónico y jerarquizado, en cambio la identidad es una construcción que lleva a la participación de la persona, rescatando algunos valores que le son propios de su contexto, pero a su vez el Estado diseña estrategias para el tipo de hombre que quiere trabajar para lograr sus objetivos; este tipo de hombre que desea sustentar y reproducir a nivel individual y colectivo (Zúñiga, 1997). De esta forma, sus necesidades como Estado-Nación tienen estrecha relación con el mercado, disminuyendo así los espacios de libertad en la construcción de la identidad para los individuos, grupos sociales e indígenas. Esto nos hace ver que la identidad de un país es la ciudadanía, que se sustenta en una serie de reglas que el individuo debe conocer y respetar para mantener la armonía del Estado-Nación.

La identidad para los indígenas

Hasta el momento se ha tratado de elaborar la definición de ciudadanía e identidad a partir de las relaciones sociales compartidas.

En el sistema social chileno convive un importante porcentaje de población indígena (11% aproximadamente, según el censo 1992). Ser miembro de un grupo indígena es asumirse como tal y ser aceptado así por los demás, significa formar parte de un sistema social específico a través del cual se tiene acceso a la cultura autónoma, propia y distinta, entendida como un fenómeno social colectivo y no individual.

Entonces, la identidad indígena implica un estatuto de participación, culturalmente regulada, en las decisiones que ejerce el grupo indígena en el ámbito de su propia cultura. A esos derechos corresponden obligaciones, cuyo cumplimiento forma parte del desempeño individual de cada miembro, en su propia cultura y en la cultura nacional. A pesar de que la identidad indígena es un fenómeno social colectivo, no deja de ser expresada individualmente, lo que explica que el individuo, sin dejar de ejercer la cultura propia, mantiene su identidad en el ámbito social que le corresponde incorporarse cotidianamente por razones de trabajo, económicas, etc. En este sentido, depende de él, afirmar o negar su cultura, según las circunstancias.

La relación entre identidad nacional e indígena

En el proyecto histórico de la sociedad nacional se incluye un proyecto de país para alcanzar el desarrollo sustentable en el tiempo, ignorando, a propósito, aspectos básicos que conforman la identidad indígena, como: la estrecha relación con la naturaleza y su medio ambiente geográfico en el cual moraron sus antepasados y vivirán sus descendientes. A la sociedad indígena se la coloca dentro del proyecto del país. La pregunta es ?incorpora el Estado-Nación en sus decisiones la autonomía indígena y la recuperación de sus valores ancestrales o el proyecto apunta a alcanzar los objetivos de la modernidad, a costa de las valores y riquezas que proporciona la naturaleza para vivir?

El patrimonio cultural, heredado de los procesos permanentes de innovación, enajenación, apropiación, imposición, supresión y resistencia, conforman el inventario de recursos culturales propios que aseguran la permanencia histórica del grupo (et. al. Bonfil). Es decir, que el grupo indígena es capaz de decidir, conforme a su propios criterios, las decisiones del Estado-Nación y mantiene así sus características culturales. Por lo que la importancia de la negociación entre el Estado-Nación y las sociedades indígenas recobra importancia para disminuir los estados latentes de conflictos, que hacen posible la convivencia nacional y dan paso a diferentes alternativas dentro de la ciudadanía con identidad propia. Basta recordar lo sucedido en México, el 1 de enero de 1996, en el Estado de Chiapas.

Importancia de la negociación

Dentro del Estado-Nación, las políticas destinadas hacia los pueblos originarios que conviven en un mismo territorio nacional no son suficientes, puesto que la Constitución de la República no los reconoce en su diversidad étnica ni idiomática. Las instituciones que coordinan las políticas para estos pueblos indígenas minoritarios no tienen la autonomía necesaria para que mejoren su calidad de vida sin perder su identidad. Por ello, es necesaria la negociación, a través de la vía diplomática.

En el caso de Chile se ha implementado, de acuerdo a la Ley 19.253, la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena, CONADI con el fin de que este organismo público dependiente del Ministerio de Planificación y Cooperación promueva, coordine y ejecute políticas que tiendan a resguardar y mejorar el desarrollo integral de las personas y comunidades indígenas, especialmente en lo económico, social y cultural, e impulse su participación en la vida nacional. A pesar de la existencia de esta institución, es necesaria la negociación entre el Estado y los pueblos originarios como un medio para fortalecer la institucionalidad del Estado en términos democráticos.

El objetivo de la negociación es lograr un acuerdo entre grupos que tienen diferencias reconocidas. Estas negociaciones encierran un cúmulo de experiencias compartidas por ambas partes, que son puestas en común socializándose con el objeto de buscar en las diferencias los elementos comunes, sin perder de vista la cosmovisión de cada participante.

Pluriculturalidad y multiculturalidad: dificultades y contradicciones

Ciudadanía e identidad conforman un conjunto de elementos culturales propios de una cultura que convive en contextos pluriculturales y multiculturales. Cada nueva generación recibe elementos heredados que son propios y dinámicos de toda sociedad, con un tiempo histórico cíclico y el otro lineal. Por ejemplo, el elemento heredado por la ciudadanía chilena se identifica con los principios de las culturas totalmente diferentes como son la indígena (mapuche) y la española. Esta ciudadanía, con el correr de los tiempos, se ha ido mezclando entre sí, y a su vez con otras culturas, como las de los colonos que han llegado al territorio chileno: alemanes, suizos, franceses y otros. Entonces, ya no tienen la identidad pura de los tiempos precolombinos, ni de la época de la conquista y posterior colonización. Las culturas se han entrecruzado, fruto de los intercambios de la comunicación, el comercio, la educación, la religión.

El patrimonio cultural de la ciudadanía chilena tiene muy pocos elementos concretos que se hayan formado a partir de la cultura mapuche, por lo tanto, también muchos elementos de la cultura mapuche que se consideran puros y que se han transmitido de generación en generación no lo son. El resultado son procesos interpersonales que permiten a cada individuo apropiarse de valores culturales ajenos a su cultura, pero que les son útiles para el crecimiento y mantención de la misma. En este sentido se habla de la interculturalidad.

La interculturalidad

De acuerdo al análisis de la interculturalidad, las relaciones interétnicas estarán condicionadas por el proceso de construcción de las identidades que participen, y por los límites de carácter social y cultural que éstas establezcan. En esta perspectiva, se encuentra los aportes de Todorov (1989), quien demuestra en sus estudios que la cultura propia moldea la observación y la configuración de la imagen del otro, en otros términos, construye su identidad. Establece, de este modo, las formas de interpretación entre las dos culturas.

En palabras sencillas, Todorov va en busca del sentido ideológico-filosófico y social que determina el contacto interétnico, que en este análisis resulta ser el del dominio del otro, y al mismo tiempo, intenta captar cuándo éste intenta ser igualitario. En los personajes de la conquista, existen varios ejemplos, y uno de ellos es el del misionero franciscano Bernardino Sahagún, quien sin renunciar a su cultura, su modo de vida y su identidad, aprende a conocer profundamente la lengua y la cultura del otro, dedica toda su vida y acaba por compartir valores del otro, aquellos que al principio eran su objeto de estudio.

Este fundamento nos permite acercarnos al fenómeno de la interculturalidad, concepto que adquiere importancia para los pueblos indígenas, como uno de los caminos que conducen al respeto del otro con su diversidad cultural, con el que convive y se relaciona a diario, en un mismo espacio territorial.

La educación

Para analizar el tema de la educación y su importancia en la construcción de ciudadanía e identidad, necesariamente nos tenemos que remitir a la época de la colonia donde se desarrollaban diferentes mecanismos de mediación entre la sociedad hispano criolla y la mapuche, pero éstos siempre fueron asimétricas y de sometimiento para la cultura indígena mapuche.

Desde esa época a nuestros días, el panorama de sometimiento a través de la enseñanza educativa formal ha ido cambiando, porque también ha cambiado la realidad en el interior de los países latinoamericanos, y la fuerza del movimiento indígena ha reestructurado a nivel educacional una sociedad asimétrica, logrando una sociedad un poco más participativa que tiende al respeto del otro. Lo que en simples palabras quiere decir que el Estado ha dado visto bueno a la sabiduría de los indígenas, pero siempre resguardando los intereses generales del Estado hegemónico.

La comunicación

Vivimos en la era de la información y de la comunicación y nadie se puede comunicar como si fuera inmune a las influencias provenientes del medio. La forma cómo se envía el mensaje, cómo se lo recibe e interpreta afecta a la cultura. Por lo tanto, cuando interactúan personas con distintos antecedentes culturales, es probable que responda de manera distinta al mismo mensaje, debido al efecto de filtración de su propia cultura (Pizarro, Reuque y Vera 1996) En Chile siempre han convivido grupos humanos étnicamente diferenciados, con códigos culturales distintos, transmitidos de generación en generación. La comunicación, de esta manera, ayuda a darle forma a la cultura, mientras que la cultura es la esencia y el contexto donde surge la comunicación. Esta relación interdependiente se ilustra con precisión en el fenómeno de la comunicación intercultural, que se caracteriza por la interacción simbólica entre individuos y grupos que tienen diferencias culturales reconocidas. Estas variaciones afectan significativamente la forma y el resultado del encuentro.

Comunicación intercultural

Tomando en cuenta estos antecedentes, la comunicación intercultural puede ser definida como "el proceso de interacción simbólica que incluye a individuos y grupos que poseen diferencias culturales reconocidas en las percepciones y formas de conducta, de tal forma que esas variaciones afectarán significativamente la forma y el resultado del encuentro"(Asunción-Lande, 1986).

Los participantes de este encuentro intercultural interactúan apoyándose en suposiciones culturales propias, las cuales actúan como pantallas preceptúales de los mensajes que intercambian. En el marco de referencia cultural en el que cada comunicador interpreta desde su visión de mundo los mensajes, interpretaciones que pueden variar de una mínima a una máxima diferencia. En algunos casos estas diferencias pueden ser obvias mientras que otras pueden ser más sutiles.

Cabe hacer notar que en Chile el proceso de comunicación intercultural no se ha dado, existe un modo espontáneo de desarrollarse en las comunidades y en los círculos intelectuales mapuche, porque el indígena (mapuche), en el proceso de interculturalidad, ha resignificando o ha acomodado a su cultura elementos de la cultura extraña, distintos a su cosmovisión. Isolde Reuque P., dirigente mapuche, pertenece a la Asociación de Mujeres Mapuches de Chile.

ISOLDE REUQUE PERTENECE A LA ASOCIACION DE MUJERES MAPUCHES DE CHILE. ESTA ES PARTE DE SU INTERVENCION EN EL COLOQUIO PUEBLOS INDIGENAS Y ESTADO EN AMERICA LATINA, QUITO, 9 AL 11 DE JULIO DE 1998

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