miércoles, 10 de marzo de 2010
1º DE ABRIL DE 1824, LA BATALLA DE MOKOPULLI
A puertas de una nueva festividad chilota y en memoria de los cientos de compatriotas isleños que padecieron de la muerte y la gloria en defensa de nuestro única y particularizada forma de vida, Chiloé un territorio que en los albores de la colonia se elevaba en las altas cumbres de los anales de la historia como el ultimo reducto español, como el ejercito más poderosos de América del sur, o simplemente, hombres que de esta raza de autóctonos y criollos isleños se subyugaron al poder de la monarquía en defensa de una patria que nunca lograrían ver. Pueden ser muchas las interpretaciones en sus variadas índoles para una situación circunstancial. Para algunos, chilotes traidores a los intereses independentistas, para otros una sociedad que se vio obligada al sometimiento y la crudeza de la conquista o para otros un territorio con una casta social rica en lealtad, acogedora y trabajadora en pos de su forma histórica de acomodamiento y subsistencia a las nuevas formas de enfrentar el proceso natural de evolución. Lo cierto es que la historia no se puede borrar y lo que es más fuerte y cierto aún, nuestro pasado militar, independientemente en el lado que la circunstancia histórica nos haya puesto.
Chiloé celebra un aniversario más de esta epopeya histórica las que fueron realizadas por nuestros antepasados isleños y las que deben ser recordadas por nuestras generaciones y las futuras. Un pueblo sin historia es pueblo determinado a sucumbir, una sociedad sin identidad es la llama frágil que fácil se extingue al más leve suspiro.
Chiloeautonomo quiere recordar a nuestro pueblo isleño, de esta gesta y hazaña no igualada por nadie, y como 2000 hombres pusieron en jaque a los hijos de España que se revelaron al imperio para hacer de las naciones Independientes la nueva casa de nuevos dominadores y subyugadores. En esta ocasión para ustedes el cronista e historiador Carlos Oyarzún y el historiador Renato Cárdenas ambos chilotes.
Chiloé, último reducto español en América
Por: Carlos Oyarzún Cárdenas.- Cronista e historiador.
Cuando hablamos de que el archipiélago de Chiloé, fue el último reducto español en América, estamos aludiendo al último territorio que se mantuvo fiel a la Corona española, durante el período independentista en los países americanos.
Todo comenzó a gestarse a principios del siglo XIX, cuando la invasión napoleónica dejó desmembrado el imperio español y las colonias americanas como Argentina y Chile, aprovecharon la coyuntura para independizarse de la metrópoli.
Chiloé que dependía directamente del virreinato del Perú, se mantuvo fiel a sus principios históricos, armando un ejército propio que combatió a los independientes en numerosas batallas en Chile y el extranjero.
Como es sabido todo este sacrificio terminó en las batallas de Pudeto y Bellavista el 26 y 27 de Diciembre de 1826, (después haber sujetado 4 intentos de invasión), y un año después que los generales españoles, Canterac, La Serna y Valdez, se rindieran ante Miller en Ayacucho en el Perú el 9 de Diciembre de 1924.Al parecer Miller nunca pudo olvidar la derrota sufrida ante los chilotes en Agui, Ancud en 1820, donde fue tomado prisionero gravemente herido.
Entre las condiciones de rendición en el Perú, tanto Sucre como Bolívar, incluyeron entre condiciones que a los batallones chilotes que no se le permitiera regresar jamás a su territorio, considerando que eran un peligro potencial para sus planes ya que Bolívar pretendía anexar Chiloé y el archipiélago de Juan Fernández al Perú, pero como no hay mal que dure 100 años, ya se sabe lo que le pasó tanto a Sucre, Bolívar y San Martín, todos miembros de la Logia Lautarina. Sucre terminó asesinado el 4 de junio de 1830. Bolívar, falleció tuberculoso el 17 de Diciembre de ese mismo año y San Martín fue relegado por monárquico Francia en 1822, donde falleció ciego el 17 de agosto de 1850.
Si consideramos la eficacia de las tropas chilotas en los campos de batalla de Chile y el extranjero, aunque parezca exagerado podríamos compararlo con el pueblo espartano, quien encerrados en su propio territorio hicieron del militarismo y la milicia un medio de viva para su sobrevivencia como pueblo.
En Chiloé comenzó a gestarse el militarismo, desde el momento mismo de la conquista española, formándose la milicia entre los diversos pueblos para defenderse, tanto de indígenas por naturaleza traicioneros o por las excursiones de corsarios y piratas, que generalmente tenían de estos sus aliados.
Por tanto la milicia de la provincia nunca bajaba de 2500 a 3000 hombres, un militarismo inconcebible en comparación al resto del país.
"Era una militarización tres veces y media mas avanzada que el Continente y estaba formada por los residentes de los diversos pueblos de los diversos partidos del archipiélago quienes se alistan en las compañías de su clase, desde que tienen edad para portar armas a fin a que concurran a la defensa interior o exterior de su patria". (Informe de don Manuel Pineda, sobre tropas y milicias en Chiloé. Lima 31 de Diciembre de 1784.A.G.I.)
Considerando lo anterior, no es ninguna novedad la valentía y empuje del soldado chilote, formados en la escuela del rigor y de los cuales los generales españoles y extranjeros hacían los mejores elogios, siendo tildados como los mejores soldados de América. No era menos si consideramos las campañas realizadas en Chile que comenzaron con la llegada del Almirante Pareja a Chiloé hasta la batalla de Rancagua, donde destrozaron a los independientes y finalmente en Chacabuco y Maipú, donde fueron sobrepasados por el ejército chileno-argentino, por lo cual los batallones sobrevivientes se embarcaron para el Perú.
En efecto, ya en 1817 encontramos a los batallones chilotes combatiendo bajo la bandera real en el Alto Perú, avanzando victoriosamente hasta Salta y Jujuy, venciendo a las fuerzas argentinas, por lo que el Virrey La Serna solicitaría a sus comandantes treinta soldados chilotes escogidos para su guardia personal. Su fama lo ratificarían en Ayacucho, donde el batallón de voluntarios de Castro, actuaría heroicamente, junto con el Imperial y el Cantabria, bajo el mando del célebre general Jerónimo Valdés.
Si Consideramos las diferentes batallas dadas tanto en la Argentina, Perú y Chile, al mando de los generales españoles, veremos la eficacia de las tropas chilotas en combate, por lo que hasta los generales patriotas, entre ellos Beauchet, diría de ellos que eran "muy buenos soldados y que jamás rey tuvo más fieles vasallos en América."
Si en Ayacucho fueron obligados a no volver a tomar las armas por temor a enfrentarlos de nuevo en batalla, no obstante en la capitulación de Chiloé en 1826, entre Freire y Quintanilla fue honrosa, redactándose uno de los pactos mas justos y dignos que contempla la historia americana. Allí se dio todas las garantías al pueblo chilote, mientras en el artículo 5 se estipulaba que los jefes y oficiales que quisieran salir del archipiélago podían hacerlo en el plazo de dos meses, "pudiendo conservar el uso de sus uniformes, espadas y sirvientes" y que "todas las dudas que ocurran sobre la inteligencia del presente tratado, serán interpretados a favor del ejército real".
Todos estos buenos oficios fueron olvidados por las nuevas administraciones y Chiloé fue destinado a ser el patio trasero de la
república donde se destinó a los malos funcionarios y relegó a los opositores políticos de 1830 a 1859.
Se llegó al caso que en las escuelas isleñas se comenzó a enseñarse la historia de Chiloé a la manera del nuevo régimen, tratando de borrar su memoria histórica, pero los chilotes se negaron a transformarse en fantasmas y se aferraron a lo único que no podían quitarles, el recuerdo de su fidelidad al rey, prenda de honor trasmitida por generaciones y que les permitía sobrevivir y reconocerse como pueblo.
Esta fidelidad al rey se manifiesta en diversas manifestaciones habidas en la provincia y el deseo de que hubiese un cambio de gobierno, fraguándose conspiraciones como la ocurrida en 1864, donde un tal Cosme Damian Antil, pretendía levantar a los naturales con el expreso objetivo de recuperar el archipiélago para el rey. Ese mismo año, en la prensa del 17 de Septiembre de 1864, se manifestaba en la editorial de un diario de la capital "que la gran mayoría de la población de Chiloé era adicta al gobierno real, y cuyas tradiciones halagüeñas se han conservado allí con tan viveza, y tal vez faltaría la llegada de un emisario de su majestad
católica para que se pronunciara sin vacilación por la anexión a España".
Este espíritu monárquico en Chiloé, se mantuvo vivo en los años posteriores, tal cual lo decía un cronista nacido en Ancud en 1868, y publicado en un diario de la capital "que por espíritu de raza, sólo reconoce al gobierno colonial como el único legítimo y tradicional". Al celebrarse el centenario de la incorporación de Chiloé al archipiélago, en año 1926 se levanta en Ancud un monumento al General don Antonio de Quintanilla y Santiago, desgraciadamente el único monumento elegido a la memoria de un héroe que luchó por el pueblo chilote. Desde ese año comenzaron a realizarse Misas de Acción de Gracias en las iglesias de Chiloé por el alma de Fernando VII, lo que se ha sido una tradición en Ancud hasta la fecha Sin embargo, algunos chilotes parecen haber olvidado sus origen español y todos los años se sigue recordando "la gesta de la Incorporación de Chiloé a la República", como si este hubiese sido un triunfo de los isleños y no la perdida de su autonomía como región independiente como
rezaba en su sello real y administrativo, REPUBLICA DE CHILOÉ. Desde entonces comienzan a colocarse nombres de soldados patriotas a calles y avenidas, mientras los héroes chilotes, nuestros ancestros, duerme en el olvido.
A pesar de esta integración, "por la fuerza", los chilotes siguen sus tradiciones marineras y de 1843 comienzan a colonizar todo el sur de Chile hasta la Patagonia, entregando un basto territorio a la República, que con el correr de los años fueron entregados a retazos a los argentinos, sin tomar en cuenta el valor estratégico de estos territorios, cortando el paso hacia el Atlántico Sur por el Estrecho de Magallanes, inútil esfuerzo de cientos de chilotes que sin embargo quedó plasmado en la fundación de diversas ciudades de ese litoral.
La postergación de la Isla Grande de Chiloé ,siguió manifestándose en pleno siglo XX y principios del XXI donde los gobiernos de Freí primero y luego de Lagos, prometen un puente para el Canal de Chacao para unir a Chiloé con el Continente, pero como siempre esto queda mas que en simples promesas, dándose con esto un nuevo un golpe de gracia a 160.000 mil chilotes esperanzados, aludiendo el mes de agosto del 2006 " que el Estado de Chile no está en condición de pagar el puente que cuesta 605 millones de dólares" y que luego sube a 930. Increíble desfachatez, cuando en la ciudad capital se invierten millones de dólares en diferentes proyectos de infraestructura vial. Entonces Chiloé se revoluciona recordándose de sus orígenes y se pide autonomía política y administrativa la que sin duda llegará con el tiempo.
Por ahora sigamos en la senda histórica que nos legaron nuestros abuelos y celebremos nuestras efemérides, como lo hizo la Comuna de Dalcahue el 2 de Abril pasado al recordarse los 183 años de la batalla de Mocopulli.
Allí se recordaron a los caídos entonándose la Canción Nacional de España y la Canción Nacional de Chile, "ya que nuestros antepasados habían dado su vida por el archipiélago" como dijo don Armando Bahamonde Vera, Presidente de la Red Cultural de Chiloé. Yo digo: Compatriotas, recordad nuestros orígenes para que vuestros hijos sepan quienes somos y a donde vamos y que el Himno de Chiloé sea nuestra inspiración para construir una región autónoma en los años por venir, ligados a Chile por un solo destino.
Para Curacodevelez.com Gentileza de Carlos Oyarzún - www.historiadecuracodevelez.cl.tc. Portal histórico y cultural de Curaco de Vélez.
Renato cardenas
CHILOE es un territorio conquistado por España, desde muy temprano. Desde que Magallanes descubre el paso por el ESTRECHO que lleva su nombre, este archipiélago fue ruta de navegación y, por lo mismo, ya en 1567 se establece aquí — en Castro— un contingente permanente de españoles.
CHILOE, también desde muy temprano fue tratado por la Corona española como un territorio autónomo, así como lo era Perú —asentamiento del virrey— o Argentina, o Paraguay o Chile. En 1767, pasa a depender directamente del virreinato, como para reafirmar este tratamiento.
Cuando empiezan las guerras de independencia en América, sus vecinos más próximos, Argentina y Chile, ven con desconfianza a Chiloé porque, como pensaba BOLíVAR, podría atrincherarse aquí todo el poder español, pasando a ser una piedra en el zapato para las repúblicas nacientes. Y don SIMON no estaba tan equivocado.
En efecto, el avance de los rebeldes chileno—argentinos es interferido a partir de 1813 por más de dos mil soldados chilotes que estructuran el ejército que iniciará el proceso de RECONQUISTA como hoy se le conoce. Los chilotes, luego del desastre de Rancagua, entran victoriosos en Santiago de Chile el 5 de octubre de 1814.
Por años los chilotes siguen apoyando una guerra en defensa de un rey, lejano e idealizado, tan mítico como la imaginería religiosa que los misioneros ya divulgaban por las islas.
Una enorme sangría por las muertes y el abandono de la producción de los brazos más fuertes y jóvenes. No bien España hubo perdido el territorio chileno, los chilotes sobrevivientes debieron atrincherarse en sus islas para evitar que ésta sea invadida por Chile.
Antonio de Quintanilla, un próspero comerciante de Concepción, fue el capitán a quien la CORONA le encomendó la defensa de Chiloé. En 1820, Lord Cochrane, trata de tomarse la Isla, desde las defensas de Ancud, pero fracasa rotundamente. En 1824, Ramón Freire esperaba lograrlo, atacando Ancud por norte y sur, pero también fracasa porque no consideró la defensa casi suicida hecha en Mocopulle. Como a la tercera es la vencida, los hispano—chilotes son vencidos en Pudeto y Bellavista —en las inmediaciones de Ancud— en enero de 1826. Ahí recién Chile planta bandera y administración en este extenso territorio que no alcanzó a ser república.
En esos tiempos Chiloé abarcaba desde Río Bueno hasta el Cabo de Hornos, considerando ambas patagonias.
Pero volvamos a la batalla de Mocopulle. Por el medio de esa ciénaga pasa la carretera asfaltada que nos conduce a Dalcahue o nos lleva a la ruta 5. Antes era un sitio poblado de grandes coigües y otros árboles de grandes dimensiones, no los matorrales y renovales que están quedando hoy. En valle de bosques sumergidos se libró una fiera contienda entre chilenos y chilotes y algunos españoles.
Los días anteriores, más precisamente el 29, el ejército chileno desembarcó en Maullín y Chacao, tomándose las fortificaciones que en esos sitios existían. La fragata CERES y CHACABUCO transportaban la tropa de dos batallones y una compañía de granaderos que irían a desembarcar en Dalcahue dos días después, el 31 de marzo. Los comandaba Beauchef.
La estregia de Ramón Freire era atacar Ancud por dos frentes: el que avanzaba desde Chacao y el de Beauchef que debía atravesar la isla desde Dalcahue, caminando los casi 100 kilómetros del camino llamado entonces de Caicumeo y hoy ruta 5.
El desembarco en Dalcahue prácticamente no ofreció resistencia por parte de los chilotes porque el plan de Ballesteros —el comandante realista— era esperarlos en Mocopulle.
Hubo una emboscada allí, pero los árboles sirvieron de parapeto a los patriotas chilenos. Por horas se revolvieron en esa espesura. Los cuerpos humanos, de uno y otro bando fueron cayendo en nombre de la patria, unos, y en nombre del rey los otros. Centenares quedaron en el valle cenagoso de Mocopulle. Hoy los recuerda un mínimo monolito que más de algún turista debe haberlo confundido con una animita de esas del camino. En realidad, murieron por accidente, porque a los años todos iban a ser chilenos.
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