RECOLECTORES DE MOLUSCOS TEMPRANOS EN EL SURESTE DE LA ISLA DE CHILOÉ: UNA PRIMERA MIRADA
EARLY SHELL GATHERERS IN THE SOUTHEASTERN PART OF CHILOÉ ISLAND: PRELIMINARY RESULTS
DOMINIQUE LEGOUPIL
UMR7041-CNRS, Maison de l`Archéologie et de l`Ethnologie, Nanterre, France.
E-mail: dominique.legoupil@mae.u-paris10.fr
E-mail: dominique.legoupil@mae.u-paris10.fr
RESUMEN
Se
registró hace poco, una veintena de conchales y sitios arqueológicos
cerámicos en los fiordos del sureste de la isla grande de Chiloé.
Uno de los conchales indica la presencia de recolectores marítimos en
esta zona hace casi seis milenios.
ABSTRACT
Twenty
shell middens and late archaeological sites with pottery have been
discovered in the fjords of the southeastern region of Chiloé Island. One of the shell middens provides evidence for the presence in the region of maritime foragers some six millennia ago.
INTRODUCCIÓN
En
el cuadro de las investigaciones sobre el origen del poblamiento de
los archipiélagos de Patagonia y Tierra del Fuego, se realizó en
julio de 2003 un reconocimiento de dos semanas en la costa sureste de
la isla grande de Chilpe. Este trabajo fue fruto de una colaboración
franco-chilena entre la misión arqueológica francesa (D. Legoupil y
K. Salas) y el Instituto de la Patagonia y el CEQUA (Centro de
Estudios del Cuaternario de Fuego-Patagonia y Antártica) de la
Universidad de Magallanes (F.Morello y M. San Román).
El
objetivo de la investigación era buscar, en Chiloé, huellas de
cazadores-recolectores marinos que pudieran apoyar la hipótesis de un
origen chilote del poblamiento marítimo temprano registrado de entre
5.500 y 6.200 AP en la zona austral de los de archipiélagos de
Patagonia y Tierra del Fuego por varios autores (Emperaire y Laming
1963; Ortizel Troncoso 1975; Orquera y Piana 1986/87; Legoupil
1993/94 y 1997).
Este
origen de los canoeros tempranos representa una de las dos hipótesis
tradicionalmente consideradas (Lothrop 1928, Bird 1938, Emperaire. y
Laming 1963), siendo la otra un origen terrestre, a partir de la
adaptación al medio marítimo por parte de cazadores terrestres de
Patagonia meridional y/o Tierra del Fuego. En efecto, fuera de las
oleadas de poblamiento posteriores, se puede imaginar que ya, en los
tiempos remotos del medio del Holoceno pequeños grupos haliéuticos
de gran movilidad podrían haber descendido desde el norte -a partir
de Chiloé- a lo largo de la costa pacífica... para colonizar las
regiones más acogedoras del estrecho de Magallanes y del canal Beagle...
(Legoupil y Fontugne 1997:85).
Nuestras
investigaciones fueron focalizadas en tres estuarios. No representan
más que una primera aproximación, considerando que las zonas central
y septentrional, más ricas, están desde hace poco, en el marco de un
proyecto Fondecyt dirigido por C. Ocampo, dentro de un ambicioso
plan de prospección que debería ofrecer próximamente resultados muy
interesantes para esta región hasta ahora arqueológicamente
subdesarrollada.
ANTECEDENTES
La
arqueología de cazadores recolectores marítimos de Chiloé fue
abordada sólo tardíamente por la comunidad científica. Sin embargo,
hay indicios de que Chiloé fue ocupada antiguamente por poblaciones
de cazadores recolectores marítimos, y después por grupos
agro-alfareros de origen mapuche posiblemente en el curso de nuestra
era.
El
primer testimonio sobre un poblamiento antiguo de la isla remonta a
la década de 1930, cuando J. Bird señaló la presencia de grandes
conchales alrededor del golfo de Reloncaví y a lo largo de la costa
este de Chiloé. Él distinguió dos fases: la primera caracterizada por
choppers y la segunda por puntas bifaciales y hachas pulidas (Bird 1938).
Algo
más tarde, Vásquez de Acuña (1963) publicó una rápida síntesis de
observaciones que él mismo efectuó en diferentes zonas de Chiloé y
sobre colecciones arqueológicas donde figuran, además de hachas
pulidas y grandes puntas bifaciales, otras puntas pequeñas con
pedúnculo consideradas como puntas de flechas.
Por
último, en el cuadro de estos estudios científicos pioneros, un
conchal a la orilla del río Gamboa en Castro, fue asignado a una
antigua población de cazadores recolectores. Presentaba una economía
basada sobre el consumo de moluscos y de aves (Díaz y Garretón
1972/73). La industria era variada: choppers, puntas bifaciales, pulidores de piedra, puntas y punzones de hueso, en fin cuentas de piedra, hueso y concha.
A
pesar de ser atribuidos a un modo de vida anterior a los grupos
agro-alfareros, ninguno de estos sitios fue fechado. El primer sitio
de Chiloé datado hacia la mitad del Holoceno, Puente Quilo, fue
descubierto hace poco en la bahía Quetalmahue al noroeste de la isla
grande de Chiloé: en un contexto cultural configurado por restos
óseos humanos, artefactos líticos, huesos de animales terrestres,
peces de mar, moluscos, escasos mamíferos marinos, restos de carbón y
un leve desarrollo de conchal se obtuvo una fecha de 5.500 AP
(Rivas et al. 1999: 226). Dentro de los artefactos se destaca una
industria lítica bifacial. También un conchal con piezas bifaciales
encontrado más al sur, en las islas Guaitecas, GUA 010, fue fechado
en 5.020 ± 90 años AP (Porter 1992). Estos dos sitios representan,
hasta ahora, las únicas huellas comprobadas de una población de
cazadores-re-colectores para los archipiélagos septentrionales, que
se aproxima (aunque un poco más reciente) a la fecha de la primera
adaptación marítima en los archipiélagos de Patagonia.
RESULTADOS
Nuestro
breve recorrido fue efectuado a pie, en auto y en botes de
pescadores en tres zonas al sur de Compu: los estuarios (o fiordos)
de Chadmo, Huildad y Yaldad (Fig. 1).
Este último se encuentra al lado de la pequeña ciudad de Quellón,
donde se termina la ruta panamericana iniciada en Alaska. Las costas
fueron inspeccionadas superficialmente, utilizando el reavivado de
cortes o perfiles naturales y el desarrollo de pequeños sondeos
(barrenos y sondeos de un máximo de 0.5 m2).
Veinte
sitios fueron detectados, de interés y repartición muy desigual: 12
en el fiordo de Yaldad, claramente la zona más rica; 7 sitios, muy
erosionados, en el fiordo de Huildad; por último uno solo en la
desembocadura sur del pequeño fiordo de Chadmo.
Como
es común en Chiloé, nos vimos confrontados al problema de las
variaciones de los niveles costeros debido al terremoto y, tal vez
más aún, al tsunami de 1960 que ocasionó un retroceso del mar
de 15 a 30 m de distancia seguido de olas que alcanzaron 8 m de
altura (Grenier 1984). Además de los movimientos tectónicos
registrados, los efectos del tsunami fueron particularmente
notorios en los terrenos aluviales blandos situados en las cabezas de
los estuarios, que fueron desestabilizados y socavados por la brutal
subida del agua. Las costas de limo, mucho más frágiles que las
costas rocosas, se hundieron y su vegetación, medio sumergida, murió.
Así se puede observar actualmente el espectáculo de extensas zonas
de pantanos cubiertas de troncos de árboles muertos (Fig. 2). Según la naturaleza del relieve costero, el litoral pudo ser erosionado hasta metros o decenas de metros.
Las
consecuencias de este fenómeno son particularmente fuertes en las
ocupaciones arqueológicas situadas sobre la línea de terrazas bajas,
en las zonas frágiles. Podemos interrogarnos sobre los efectos de
tales eventos en el pasado: cuatro terremotos registrados sólo en el
tiempo de la colonización en los años 1575, 1737, 1835 y 1837
(Grenier 1984). Es probable que una gran parte de los sitios costeros
desaparecieran y que solamente subsistan a la vista los que estaban
situados en terrazas medianas o altas, o que reposaban sobre un
substrato más firme que los suelos limosos.
El estuario de Yaldad: sitios y características
La
boca de la gran bahía de Quellón está protegida por tres islas:
Cailín, Laitec y Coldita. Al fondo se encuentra el pequeño estuario
del río Yaldad (Fig. 3).
En las islas y las costas del estuario, como en toda la zona sureste
de la isla de Chiloé, viven lugareños que reclaman ser parte de la
Comunidad de los Huilliches, agro-alfareros de origen mapuche. Sin
embargo, según Amador Cárdenas, director del museo de Quellón, esta
zona fue poblada inicialmente por cazadores-recolectores marítimos,
los antiguos “Chonquis” llamados también “Payos” según otros
autores (Mena 1985)1.
Estos grupos parecían ligados con los indios canoeros del sur: en
particular con los Caucahues y Chonos del archipiélago de los Chonos con quienes compartían un profundo parentesco étnico de antes de la influencia mapuche
(Mena 1985: 212), y tal vez más allá del golfo de Penas, con los
Taijataf o Calén de los canales Messier y Fallos, aunque estos grupos
sean de cultura un poco diferente según Cortés Hojea (1557-58). Esta
comunidad de modo de vida explica la ayuda eficaz de los indígenas
de Chiloé a las expediciones marítimas jesuitas de los Padres Venegas
y García, o de Juan Vicuña, en estas zonas alejadas, en el
transcurso del siglo XVIII. También así se explica la aventura de
John Byron trasladado, en 1741, del sur del golfo de Penas a Chiloé
en la canoa de una familia indígena (Byron 1798).
Hoy
día es difícil juzgar si los indígenas de la zona sureste de Chiloé
son descendientes de la antigua población prehistórica local, de los
Huilliches agro-alfareros que llegaron más tarde, o aun de los indios
canoeros traídos de los archipiélagos (Chonos y Guayanecos) o de la
costa de Aisén, por los padres jesuitas y franciscanos. En efecto,
Cailín fue, en el siglo XVIII, la sede de la misión destinada a
evangelizar y acoger a estos nómades (Grenier 1984; Mena 1985). Lo
más probable es que se produjera una profunda mezcla. En este
sentido, hay que notar que el apellido de familia del cacique general
de la comunidad huilliche que encontramos en Compu, don Carlos
Lincoman es idéntico al de la última familia indígena considerada
como chono que vivía de la pesca en 1872 en las islas Guaitecas: hoy
dia no existe mas que una sola familia nombrada Lincoman, que habita
el canal Puquitin ... que pueda pretender a la representación de la
raza chona orijinal (Simpson 1874/75: 114).
Buscando
las huellas de estos cazadores marinos y de sus antepasados, hicimos
una inspección rápida de la costa de Quellón donde las prospecciones
y la conservación de los sitios son difíciles por la urbanización
del litoral. Por falta de tiempo y de medio de transporte, tampoco
pudimos visitar las tres islas, aunque varios conchales fueron
señalados en sus costas.
A.
Cárdenas nos había señalado un conchal, ocasionalmente saqueado por
los buscadores de hachas, al lado de la aldea de Cocauque, en la
costa oeste del fiordo de Yaldad. Recorrimos esta costa, muy
accesible en lancha, desde el nivel del islote Captuno hasta la
desembocadura del río. Encontramos el sitio mencionado, que llamamos
Yaldad 7 (Fig. 4), en una punta rocosa baja (1-3 msnm), substrato que le protegió sin duda del efecto desestabilizador de los tsunamis.
El yacimiento presentaba, en un corte muy erosionado de casi 2 m de
espesor, restos alimenticios (principalmente conchas de mariscos) y
artefactos líticos entre los cuales se registró un chopper,
pieza común en Chiloé, un percutor y varias lascas. El nivel
intermedio de este conchal fue fechado en 1.610 ± 40 AP (Beta-182462)2 a
partir de carbones registrados a 80 cm. de profundidad o sea a casi 1
msnm. Esta fecha, aunque no muy antigua, representa un dato interesante
en el cuadro del análisis de la evolución de la tectónica local y
de las variaciones de los niveles marinos.
Más
adelante, descubrimos otros sitios en el estuario: diez en la costa
oeste, uno en la desembocadura norte del río, y uno en el islote
Captuno. Se trata, en todos los casos, de conchales situados en el
borde de la costa (a menos de 20 m de distancia del mar) y a una
altura que puede variar entre 1 y 9 msnm.
Algunos
conchales parecen bastante planos y se extienden sobre grandes
superficies, tal como el caso de Yaldad 6 que no formaba relieve
visible, a pesar de su extensión (una cincuentena de metros de
diámetro) y espesor importante (1,20 m en un sondeo).
Otros
están representados por una pequeña capa de unos 40 cm de espesor,
visibles en los cortes naturales debido a la acción marina.
Pero
los sitios más espectaculares forman verdaderos montículos
artificiales, muy conspicuos en el paisaje por el gran volumen que
pueden alcanzar por la acumulación de conchas: es el caso de los
sitios de Yaldad 1, 2, 9, 10, y 11 (Fig. 5).
Estos
sitios presentan un diámetro que varía entre una decena y una
cincuentena de metros, y una superficie vecina o superior a una
centena de m2. Están en una situación alta, entre 4 y 9 msnm: dominando así el fiordo ofreciendo una buena visibilidad.
Dentro
de estos grandes conchales se destaca el sitio Yaldad 2 que domina
el fiordo con casi 9 metros de altura (msnm). Hicimos dos sondeos. En
el primero, situado casi al centro, después de un pequeño sondeo de
1,40 m de profundidad, un barreno llegó al largo máximo de la sonda
(2 m), sin tocar el fondo. Un segundo barreno en el borde del
conchal, al pie de un corte artificial hecho por un camino (Fig. 6),
permitió estimar la profundidad mínima del conchal en 3,80 m
(alturas acumuladas del corte y del barreno). En este nivel profundo,
conchas molidas fueron fechadas en 5.950 ± 80 AP (Beta 182461). El
material cultural visible en el corte y el sondeo parecía pobre: unas
lascas y un chopper o
núcleo, con una dieta casi mono-específica de mariscos típicos de los
conchales de estos fiordos: almejas (familia Veneridae), a veces muy
grandes, choritos (Mytilus sp.), choros zapatos (Choromytilus chorus), y algunas cholgas (Aulacomya ater), caracoles (Trophon sp.), locos (Concholepas concholepas), caracoles zapatillas (Crepidula dilatata), y picorocos (Megabalanus sp.)
(determinaciones taxonómicas de K. Salas). Se registraron también
muy escasos restos de aves y pequeños mustélidos. En la parte
superior de un corte erosionado afloraban dos huesos humanos (tibia y
fémur).
Los sitios del estero de Huildad (Fig. 7)
Siete
yacimientos, todos muy erosionados, fueron divisados en este lugar
cuyo apellido significa el fiordo de las nutrias (según Pérez, 2002:
81). Sin embargo no se registraron testimonios particulares de caza
de estos pequeños mamíferos. Se trata de conchales, generalmente muy
tenues, donde se destaca el consumo de almejas.
Todos
los terrenos costeros bajos de la cabeza occidental del estuario,
donde desembocan tres ríos, son pantanosos. Aquí el tsunami tuvo
muy probablemente un efecto fuertemente desestabilizador y una gran
influencia sobre la formación de los pantanos. Los terrenos más
elevados donde, según A. Cárdenas, se encontraba un conchal, eran
parcelas privadas difíciles de visitar.
Nuestros
esfuerzos fueron concentrados en la desembocadura este del fiordo.
En la costa sur, se pueden observar algunos vestigios en los
escombros caídos de la Punta Carvajal donde se registraron frágiles
huellas de ocupación erosionadas a 8 msnm. En la comuna de Santa Rosa
de Candelaria no se pudieron observar las terrazas bajas ocupadas
por casas y cultivos, pero se registraron numerosos restos de conchales
en los cortes erosionados del camino, a una altura de aproximadamente
5-6 msnm y a algunos metros o decenas de metros de la costa. Parecen
poco importantes y en ninguna parte hemos observado túmulos
comparables a los del fiordo de Yaldad.
En
la costa norte, sobre una larga punta arenosa baja que cierra casi
la desembocadura del estuario (Punta Queuman), se encontró un extenso
sitio (Huildad 1) que presenta dos componentes distintos visibles en
cortes naturales en los dos lados opuestos de la punta:
-
Un componente, probablemente huilliche, a unos 50 cm de profundidad
en el corte erosionado de la arena eólica, todo a lo largo de la
costa oeste. Está compuesto por un nivel de conchas de almejas y
algunos caracoles (Trophon sp. y Tegula atra),
huesos y dientes de caballo, cubierto localmente por un nivel de
incendio. Se encontró también cerámica (en particular un fragmento
pintado);
-
Otro componente con características más emparentadas a cazadores
recolectores, del otro lado de la punta (este). Contenía artefactos
líticos dispersos (lascas, un fragmento de punta bifacial y un
yunque).
Numerosas
cuevas de los fiordos de Huildad, Chadmo y Yaldad (isla Linagua)
están señaladas en la memoria colectiva como habitaciones de los
antiguos “Chonquis”. En la costa norte de Huildad visitamos la cueva
de Curahue. Encontramos en el fondo huellas antrópicas muy frágiles:
una lasca lítica y un apilado metódico de choros zapatos,
necesariamente de origen antrópico, en un conglomerado de pudinga
(brecha). Pero la proximidad del mar que barría la entrada de la
cueva, y la débil altura de los vestigios (1-2 msnm) los exponían a
la acción de los temporales del sur.
El estuario de Chadmo
Este
fiordo es mucho más pequeño que los otros. En las proximidades de su
desembocadura, sobre la costa sur, acantilados de pudinga están
cortados por verdaderas cuevas cuyas bases están casi al nivel del
mar. Aunque los habitantes de Chadmo señalan que se encontraron en
ellas herramientas indígenas, ningún resto antrópico pudo ser
observado -y probablemente conservado- debido a la acción del mar.
Fig. 8 El efecto del tsunami de 1960 sobre la costa en la desembocadura del fiordo Chadmo.
El fiordo es poco profundo (se dice que estaba seco en los minutos anteriores al tsunami
de 1960) y su cabecera, extremadamente pantanosa, dificulta la
visibilidad de los sitios. Sólo la pequeña aldea actual, situada en
la costa norte, habría revelado la presencia de herramientas líticas y
óseas en los cultivos.
En la punta sur de la desembocadura del fiordo, la playa está muy marcada por el tsunami.
Según los lugareños, la costa retrocedió algunas decenas de metros,
dejando lugar a la planicie cubierta de musgos y troncos de árboles
muertos actualmente visibles (Fig. 8). En una puntilla (Punta Chadmo)
se encontró el único sitio que hemos visto (Fig. 9). Se trata de un
conchal denso y fragmentado situado sobre un banco de tierra arenosa,
a más o menos 2 msnm. Su conservación indica que ya estaba enterrado
y probablemente sellado por la vegetación durante el tsunami.
En dos sondeos de 40 x 40 cm, llegando a 60 cm de profundidad,
encontramos numerosos restos alimenticios: conchas muy variadas
(patellas, fissurelas, almejas, caracoles, jaibas, choros zapatos,
choros, cholgas), huesos de grandes pescados, y escasos huesos de aves
y de pequeños mamíferos terrestres. Una decena de lascas,
mayoritariamente de lutita, y una de obsidiana oscura, atestiguan una
pequeña actividad de talla de la piedra.
Fig. 9 El sitio Chadmo 1.
Unas
puntas líticas del museo de Quellón colectadas por Gilberto Ulloa en
la comuna de Chadmo provienen de un sitio vecino de la aldea de San
Antonio, lejos de la costa. Nos faltó tiempo para ir a reconocerlo.
El estero de Compu
En
fin, vale la pena señalar un conchal muy grande, visible en un corte
frontal de más de 100 m, sobre la costa sur de este estero. Por su
tamaño y su situación en un relieve alto (6-8 m), pertenece al tipo
de los conchales-túmulos de Yaldad pero su cima fue
desafortunadamente removida por la construcción de una casa (Fig.
10). Por su situación (42°52`10`` de latitud sur, 73°42`34`` de
longitud oeste) se encontraba, a algunas centenas de metros, fuera de
nuestra zona de prospección autorizada y no hicimos sondeos. Este
sitio donde vimos una lasca de obsidiana y muchas almejas podría
corresponder a un conchal que nos fue señalado en Compu por el
director del museo de Castro, Felipe Montiel.
Fig. 10 El gran conchal del estero Compu.
DISCUSIÓN
Los problemas de conservación de los sitios
En
la región, es particularmente agudo el problema de conservación de
los sitios costeros, especialmente debido a fenómenos naturales.
Estos problemas son generalmente atribuidos a movimientos puntuales y
desordenados debido a sismos. Así en las islas Guaitecas, después
del terremoto de 1960, se observó tanto levantamiento (max.=5,70m)
como hundimiento (max.=2,3) en relación al nivel del mar... que
afectaron un área de más de 150 km de ancho y de 1000 km de largo
entre 37° Lat. S y 48° Lat. S (Porter 1992: 86).
En
realidad, en las observaciones de arqueología costera, para cada
zona se deben distinguir los movimientos lentos (eustacia-isostasia),
rápidos (fallas, fracturas eisostasia consecutiva a terremotos) o
casi instantáneos ( tsunamis). La conservación de los sitios
resulta de la conjunción de estos tres fenómenos: relación entre las
variaciones de niveles del mar y de la tierra (levantamiento
holocénico general de las islas), eventos sísmicos de la corteza
terrestre (hundimiento o levantamiento de la costa), y eventos
catastróficos de olas, en el origen de la desestabilización local de
los terrenos aluviales.
En
este sentido, los resultados de los análisis radiocarbónicos de
Yaldad 2 y 7 representan buenos indicadores para la tectónica local:
Hemos
visto que, en a pequeña punta rocosa de Yaldad 7 poco sensible a la
erosión marina, el nivel de 1 msnm fue fechado en 1.610 ± 40 AP. Así,
en los primeros siglos de nuestra era, el nivel marino parecía poco
diferente del actual. Se supone que los movimientos cosísmicos no
fueron muy fuertes, o se anularon unos a otros, y que las capas
sedimentarias fueron bastante firmes para resistir a las olas de tsunamis.
En todo caso no se nota aquí huellas del hundimiento de terrenos,
señalado varias veces en la región y observable en los terrenos
aluviales más frágiles.
En
Yaldad 2, detrás de una costa de limo medio sumergida, en un
promontorio cuyo substrato profundo parece ser de roca, una capa
arqueológica ubicada actualmente a 4 msnm fue fechada en 5.940 ± 80
AP. Esto indica, una débil elevación de la costa del estuario,
comparada al nivel actual. Este movimiento es compatible con el
levantamiento general de las costas de Chile estimado en 3 m en 5.000
años (Porter et al. 1984); pero parece muy diferente de las variaciones
indicadas en algunos sitios de canoeros tempranos de la zona austral
(estrecho de Magallanes y mar de Otway) situados entre 10 y 15 msnm,
y también de los movimientos cosísmicos muy fuertes registrados en
algunas partes de las Guaitecas (Porter 1992).
Aparte
de fenómenos excepcionales, estos precarios resultados indican, en
los estuarios del sureste de Chiloé, una débil elevación de 2-3
metros de la costa de los 5-6 milenios AP comparada al nivel actual, y
pocas variaciones durante nuestra era: si numerosos sitios costeros,
particularmente los más recientes, pudieron desaparecer con el
efecto de los tsunamis sobre las riberas sedimentarias frágiles
de los fiordos del sureste de Chiloé, otros pueden subsistir, en
particular sobre substratos rocosos, y más aún cuando son de cierta
antigüedad.
La cuestión de los conchales: basureros o sitios de ocupación
Aunque
esta primera mirada no permitió realizar excavaciones importantes,
la sola observación de los cortes naturales y de los escasos y
pequeños sondeos reveló la baja diversidad de especies consumidas y
la pobreza cultural de estos conchales.
Principalmente
registramos algunos fragmentos de cerámica huilliche en los niveles
superiores, y elementos dispersos de piedra tallada (choppers,
lascas) o piqueteada (yunques), poco numerosos, en los otros. Aunque
los sitios de Puente Quilo (Rivas et al., 1999) y conchal Gamboa
(Díaz y Garretón, 1972/73) parecen más ricos, aquí se confirma la
pobreza cultural de los conchales de Chiloé ya señalada por J. Bird
(1938).
Del
punto de vista económico, también el espectro de los restos
alimenticios parece poco variado: está fundado de manera aplastante
sobre mariscos, sobre todo almejas y choros. Los restos de mamíferos,
aves o pescados están señalados en Puente Quilo (Ibíd.) pero no
fueron el objeto de un estudio cuantitativo. Ellos eran escasos en
los sitios del sureste que registramos, a excepción del sitio de
Chadmo 1. Se nota en particular la casi ausencia de restos de
pinnípedos, animales tan comunes en los sitios de Patagonia austral, y
ocasionalmente presentes hoy en día en los fiordos de Chiloé.
Esta
pobreza cultural y económica no puede resultar sólo del tamaño
reducido de nuestros sondeos pues en los importantes volúmenes caídos
de cortes erosionados en Yaldad 2 ó 7, no son más abundantes. Tres
explicaciones son posibles:
-
Ya sea una explicación tafonómica: la acidez del suelo no habría
permitido la conservación de los huesos (explicación usada por Porter
(1992) en el sitio de Gua-010); esto explicaría la pobreza de la
industria ósea como la de los restos de aves o mamíferos; pero no la
pobreza del material lítico;
-
Ya sea que los conchales representan ocupaciones muy especializadas
(tal vez estacionales) de consumo de mariscos sin producción ni uso
importante de herramientas. En este caso, considerando el bajo poder
calórico de los moluscos, nos podemos interrogar sobre su eventual
asociación con otros elementos más nutritivos, casi indispensables.
Si no se trata de carne y grasa de mamíferos marinos como en los
archipiélagos de Patagonia, se puede pensar -por lo menos a partir de
una época aún indeterminada-en las papas, u otros tubérculos
salvajes y plantas en general, producto-clave aunque muy perecible de
la agricultura de la isla. En efecto, este tubérculo podría ser
bastante antiguo en Chiloé como lo indicó el descubrimiento de
ejemplares salvajes en Cucao y la hipótesis de un posible origen
chilote de esta especie ahora mundialmente cultivada (Sykin, 1972 en
Grenier, 1984);
-
En fin, independientemente de la conservación diferencial de los
restos, los conchales no son más que basureros altamente selectivos,
separados de las habitaciones.
Así
llegamos a interrogarnos sobre la funcionalidad de estos conchales:
¿revelan una sucesión de ocupaciones tradicionales y permanentes, u
ocupaciones estacionales temporales?
En
los dos casos, ¿representa el conchal el sitio mismo de la
habitación como en la mayoría de los conchales de las costas centro o
sur americanas, o sólo el basurero de una habitación situada en las
cercanías?
Si
consideramos el caso del conchal-túmulo de Yaldad 2, parece que este
gran sitio fue usado repetidas veces, desde la fecha de seis
milenios de su base, hasta la capa superior. Sirvió para botar
conchas, pero también algunas escasas herramientas líticas, y, en su
último momento para sepultar un cadáver. Sin embargo, no se nota, en
el gran perfil conchal o en el sondeo, concentraciones de útiles,
fogones o estructuras atestiguando suelos de habitación. Podría ser
el basural de una habitación situada, en el lugar que actualmente
ocupan las construcciones de esta parcela, a unos 50 m más al sur donde
no fue posible sondear. También, aunque menos probable, la habitación
podría encontrarse en la pradera rocosa en pendiente atrás del
conchal (Fig. 11). Sólo excavaciones muy extensas, dentro y alrededor
de los conchales, podrían resolver el problema de la función de los
conchales, particularmente de los conchales-túmulos.
Fig. 11 El sitio Yaldad 7: al medio, el conchal; en los árboles, a la derecha, la casa actual y el gallinero.
Otra
vía de investigación sería estudiar la estacionalidad de los restos
alimenticios. Pero si se trata de sitios estacionales (¿de verano?):
¿Dónde están los otros sitios? ¿Cómo puede ser que, en una isla
urbanizada como Chiloé, no se señalan todavía más sitios en el
interior?
CONCLUSIÓN
Las
labores de prospección y sondeos en la zona sudeste de Chiloé
permiten notar que, a pesar de la desigualdad de condiciones de
conservación y de visibilidad de los sitios, existía una buena
densidad de ocupaciones prehistóricas hasta la parte meridional de la
isla grande. La fecha de 5.950 AP obtenida en Yaldad 2, incluso si se
debe rejuvenecer un poco por el efecto reservorio, sitúa este sitio en
el grupo de los yacimientos costeros tempranos de la región: Gua-010
fechado de 5.020 ± 90 AP en las islas Guaitecas(Por-ter 1992),
Puente Quilo(5.500 AP)en la extremidad noroeste de Chiloé (Rivas et
al. 1999). También está próxima delos sitios de la costa continental
fechados entre 5.000 y 5.600 AP como Chan-Chan (Navarro 2001) o entre
5.000 y 6.500 como Piedra Azul o Bahía Chamiza (Gaete et al. 2000).
Este
conjunto de sitios, casi todos descubiertos durante los 15 últimos
años, tiende a establecer en la zona la presencia de una importante
población de cazadores-recolectores marítimos, más o menos en la
época de la primera adaptación marítima en Patagonia austral. Sin
embargo queda, por el momento, en una posición temporal un poco más
reciente (a excepción de Piedra Azul). Además, no presenta las
características económicas y culturales marcadas de los indios
canoeros de Patagonia. En los sitios del sureste de Chiloé, no
encontramos indicios de las industrias ósea o sobre obsidiana verde
típicas de los grupos australes(aunque en Puente Quilo, al norte, se
encontraron puntas bifaciales sobre obsidiana, pero aún no fechadas con
certeza). También, la economía especializada y casi mono-específica
de recolección de mariscos parece muy diferente de la economía
oportunista y polivalente de los archipiélagos de Patagonia, donde los
mariscos tienen un papel secundario comparado a la caza de aves y
mamíferos marinos. Así los habitantes del sureste de Chiloé parecen
más recolectores de mariscos que verdaderos cazadores marinos.
Además, se sabe gracias al sitio Gua-010 que estas poblaciones eran
capaces de navegar hasta las islas Guaitecas hace cinco milenios, y
quedaría por comprobar si fue así un milenio antes, a la hora del
poblamiento marítimo austral. El estado de las investigaciones
arqueológicas en Chiloé, es demasiado incipiente para juzgar el
proceso que habría podido empujar a los recolectores de mariscos de
esta región hacia los archipiélagos de Patagonia. Comprobar este
punto necesitará de un mayor esfuerzo de investigación en esta zona.
AGRADECIMIENTOS
Esta
prospección fue realizada gracias a los fondos del CNRS (Centre
National de Recherche Scientifique)y delServicio de Coopération
Scientifique et Universitaire delMinistère des Affaires Etrangères
(Francia). Agradecemos también al CEQUA -Centro de Estudios del
Cuaternario de Fuego-Patagonia y Antártica por su ayuda, y a Flavia
Morello y Manuel San Román del Instituto de la Patagonia por sus
correcciones.
NOTAS
1 También Álvarez (2002) muestra la gran mezcla de apellidos étnicos de los grupos canoeros entre los 44° y 48° S.
2 Esta fecha, así como la fecha de Yaldad 2 (infra) fueron obtenidas gracias al financiamiento del CEQUA.
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