martes, 28 de julio de 2009

la edad de piedra salmonera y el patrimonio cultural de Chiloé

La "segunda colonización en Chiloé" o la "revolución industrial decimonónic" son algunas de las frases con la que algunos estudiosos califican al millonario enclave económico salmonero en el sur de Chile.
Por: Ecoceanos

La desfachatada frase con la que Cesar Barros inauguró su llegada a la presidencia de Salmón Chile hace unos meses no ha pasado desapercibida en las regiones intervenidas por las empresas nacionales y multinacionales que producen y exportan salmón en el sur de Chile. “Sin la industria salmonera estas regiones volverían a la edad de piedra” dijo el economista agrario, con lo cual reafirmó la especie de misión civilizadora que imponen las empresas para justificar su presencia en estos territorios.

Barros, articulista de revistas y diarios empresariales y conocido por llevar todas las discusiones a cifras y estadísticas -muchas veces desproporcionadas y muy optimistas para sus fines-, dejó en evidencia uno de los grandes conflictos subterráneos que poco a poco muestra su sismicidad y su potencial irrupción que podría remover, con alcances insospechados aún, las bases culturales de esta zona cubierta por la marea salmón.

Pueblos y ciudades con masiva presencia de hombres y mujeres migrantes, debilitamiento de la soberanía alimentaria, disminución de la autonomía económica local, cambios en las relaciones sociales, irrupción masiva del trato empleado-patrón, aumento del tráfico carretero y marítimo, y un deterioro del patrimonio cultura y ambiental, son algunas de las nuevas tensiones que se aprecian en estas zonas.

La “segunda colonización en Chiloé” o la “revolución industrial decimonónica” son algunas de las frases con que algunos califican a este millonario enclave económico industrial. Otras evidencias de conflictos son las zonas costero marinas contaminadas, el intensivo uso de antibióticos, la masiva generación de desechos industriales y el desplazamiento forzado de comunidades de pescadores e indígenas Mapuche-Huilliche.

Frente a estos impactos, los empresarios imponen la idea que la industria del salmón es la única alternativa para la economía de este archipiélago y publicita la necesidad que los habitantes de estos territorios sientan el “orgullo salmonero”, por estar “alimentando al mundo”, tal como dice la nueva propaganda comunicacional de la patronal Salmón Chile.

El debate se instala a más de 20 años de la instalación de estas compañías y en momentos en que no quedan espacios costeros para nuevas concesiones acuícolas en la Región de Los Lagos. Mientras, la industria sigue anunciando que “debe” duplicar su producción.

“SMOLTIZACIÓN DEL CHILOTE”
Chiloé se halla en una etapa terminal de “smoltización” cultural. Término tomado de la crianza del salmón que alude a la etapa en que se convierte desde su condición de alevín que vive en agua dulce en smolt que comenzará a vivir en el mar. Fue Renato Cárdenas, director del Archivo de Chiloé y miembro del Consejo Regional de Cultura, quien acuñó este concepto para graficar que en el archipiélago se está produciendo el mismo “proceso de alienación” que la que ocurre en el cultivo de esta especie exótica.

Cárdenas, nacido en Calen, una aldea ribereña de la comuna de Dalcahue, explica que “el salmón en la última etapa de crecimiento artificial en pileta es preparado para pasar al mar. En ese proceso se le va tirando sal para que su ideología se adapte al nuevo sistema. Finalmente cuando pasa al mar el salmón no se da cuenta que cambio de agua. El chilote sin darse cuenta se va entregando, sin que advierta la claridad de sus aguas”.

Para el antropólogo “nuestras sociedades, sobre todo las campesinas, son muy débiles, son fáciles de quebrar porque tienen una relación interna, no hacia afuera. Ni siquiera en Chiloé se hizo la guerra contra los españoles en forma tal, porque no existía un Estado centralizado como los Incas, u otros pueblos de Centroamérica. Entonces, la gente no está acostumbrada a enfrentarse a cosas, sino a desarrollarse casi como un organismo natural, como el Mapuche que veía en su Mapu también parte de su Ad Mapu, de todo lo que era él como ser humano”.

PATRIMONIO CULTURAL INTANGIBLE
El patrimonio cultural intangible -al que alude Renato Cárdenas se refiere a “una serie de relaciones, de formas, de técnicas que se depositan en la memoria y a través de ese elemento se van trasmitiendo a las generaciones y constituyen en definitiva una forma de vida”. Agrega que “esa forma de vida que se asienta en la comunidad hace posible que con muy estrechos recursos económicos funcionen, coexistan y vivan”.

Destaca que se trata “no solo de las comunidades mestizas de La Conquista. En la zona tenemos presencia humana desde 12.500 años, es el caso de la localidad de Monte Verde”.

Renato Cárdenas, profundo conocedor de la sociedad, el tiempo y el espacio chilote, sostiene que “hay una historia que se ha ido construyendo en Chiloé, en que la relación entre los vecinos ha sido básica. El patrimonio es un intangible que no siempre tiene de donde tomársele, porque va en lo cotidiano, va en nuestras actividades diarias que van desde una fiesta patronal hasta una iglesia o una comida”.

“Todos esos elementos son intangibles, o sea, se materializan en cada presente, en cada cotidianidad, pero se van transmitiendo y eso es lo interesante. Esa cadena es la que constituye los elementos de identidad para cada grupo y para cada persona”.

“Esas cadenas de identidad han sido alteradas en momentos en que entran las salmoneras, pues lo que hacen es contratar la fuerza laboral, dejando a esas comunidades con la fuerza laboral de los viejos, e inicialmente de las mujeres”. En la actualidad, las mujeres están integradas al proceso productivo del salmón, y se estima que representa cerca del 60% de la mano de obra.

DEL TRABAJO COMUNITARIO A ASALARIADOS DE SALMONERAS
En 1975 empezaron los cultivos de salmón en la Isla de Chiloé, y una década después estaba desencadenado el sistema, afirma Renato Cárdenas. “Desde ese periodo al presente se ha ido produciendo esta adaptación a un sistema de trabajo, a un sistema de vida, a valores. Son visiones distintas de mundo, de desarrollo, que transformaron estas pequeñas comunidades que vivían sobre la base de un trabajo vecinal a ser mano de obra para las salmoneras”

A juicio de director académico del Archivo de Chiloé, “la mano de obra que era para las comunidades aún existe pero en una medida muy pequeña”. Y justamente, “por eso estamos alegando, porque todavía son sociedades salvables, todavía es posible reencaminar procesos (…), pero en lo básico lo que se ha estado haciendo a través del nuevo proceso industrial es ir deteriorando la vida de las comunidades, al imponerle otras formas de relaciones, otras formas económicas, otras formas de vida”.

En la actualidad, el desarrollo se ha inclinado “hacia el lado de la industria del salmón, de sus éticas y estéticas. La industria con todo su devenir de valores y de formas de vida y otras desechables, porque no constituyen según ellos parte de una modernidad. Modernidad se asocia a desarrollo y desarrollo a urbanismo, y lo rural se considera un elemento retardatario del desarrollo. Todas esas concesiones van desde la escuela hasta el diario vivir, entonces por cierto que la comunidad se va resintiendo y va resintiendo también sus valores más fundamentales”.

“REVOLUCIÓN INDUSTRIAL DECIMONÓNICA”
Por su parte, el escritor Sergio Mansilla, docente de Literatura y Estudios Culturales de la Universidad de Los Lagos, también concuerda en que la industria del salmón ha afectado el patrimonio cultural intangible. “No necesariamente ha afectado el patrimonio cultural físico, aunque eventualmente pudo haber ocurrido en algunas caletas como por ejemplo en Dalcahue, donde la instalación de la industria ha ocupado zonas de los antiguos embarcaderos. Pero el mayor impacto de la industria del salmón tiene que ver con el cambio societal que se está produciendo en Chiloé”.

La tesis del poeta y ensayista es que “Chiloé está viviendo una especie de revolución industrial decimonónica, con un fuerte énfasis en la industria extractiva, fuerte presión sobre los recursos naturales y orientada hacia la exportación. De manera que una de las consecuencias es que un porcentaje importante de población que antes era agricultora, pescadora o ambas cosas al mismo tiempo, artesana, está dejando de ser lo que son y se están convirtiendo en obreros asalariados”.

Agrega que “si uno revisa los primeros tiempos de industrialización en Inglaterra el estilo de procedimiento fue básicamente el mismo”. Se trata de “una revolución industrial decimonónica que se implanta a la inglesa. Se instalan grandes fábricas, se proletariza el campesinado, que comienza a depender del salario y al final queda atrapado en la red del salario, porque está endeudado, vive de eso y no tiene más que hacer. Eso obviamente hace cambiar mucho las cosas”.

A modo de ejemplo, Sergio Mansilla asegura que “es difícil organizar torneos de fútbol en las islas y es básicamente porque no es posible encontrar gente joven que esté disponible para jugar los días domingos, porque ya no viven en las islas o porque si viven tienen que trabajar. Eso evidentemente tiene efectos sobre las costumbres, las tradiciones, sobre la memoria cultural”.

“EL MAR TIENE DUEÑO”
Sonia Catepillan, mujer Mapuche - Huilliche de la Isla, afirma que “desde la llegada de la industria del salmón los cambios han sido espantosos. Se han ido perdiendo nuestras costumbres, nuestra cultura. Los salmoneros han dado trabajo, pero a costa de haber perdido nuestra identidad. Los jóvenes no trabajan la tierra, las niñas no saben lo que antes era trabajar la lana, el tejido. No es malo que trabajen, pero la Isla no se si a futuro va a ser lo mismo, o que le vamos a decir a nuestros nietos de cómo fue esto”.

Catepillan afirma que el mar también ha sufrido deterioros. “Antiguamente íbamos a mariscar cerca de los palafitos, cerca de nuestras casas, pero ahora está todo contaminado. Todos los mares están llenos de balsas salmoneras, el mar tiene dueño, ya no es lo mismo que antes”.

Sonia además critica la intención de construir el punte entre el continente y Chiloé, iniciativa que fue respaldada con fuerza por los empresarios del salmón. “Las comunidades Huilliches estamos contra el puente porque si nosotros tenemos un poco, cuando se construya no quedará nada. Pasaran los grandes empresarios a sacar lo poco que queda, del mar, del bosque. Chiloé no es ni la mitad de lo que era hace 50 años atrás”.

“Han ido creciendo las poblaciones, pero con ello ha ido creciendo el deterioro de los pueblos. Como huilliche hemos visto como se ha ido perdiendo parte de nuestra vida, de nuestra historia. Eso va a ser difícil de rescatar. Tratamos de enseñarles a nuestros nietos, como antes sacábamos lo justo y necesario para vivir del mar. La leña que se sacaba de los árboles muertos, pero ahora ha sido un arrasamiento total de todo lo que hay en Chiloé. Los empresarios son los grandes dueños de la Isla de Chiloé. No es justo lo que está pasando”.

“QUELLÓN SIN IDENTIDAD”
Héctor Leiva, profesor de la escuela de la comunidad Huilliche Weketrumao, en el sector de Chadmo, en Quellón, opina que la industria salmonera “en el ámbito urbano ha significado casi una explosión de la población en términos de crecimiento, lo que ha colapsado los servicios y ha traído una serie de elementos no todos positivos. Mucho de delincuencia, drogadicción, de lacra social que se ve en las grandes ciudades, se ha instalado (en Quellón) producto de la llegada de personas de todas partes del país que vienen a hacer uso de la fuente laboral que genera la industria del salmón”.

Para el docente, “hay esa especie de invasión de gente foránea en los pueblos. Esta mezcla de costumbres trae una nueva forma de ver el mundo. Quellón ha perdido muchas de las características de los pueblos de Chiloé, en el sentido que ya no es identificable por ejemplo su ciclo anual como son los otros pueblos más tradicionales, que son mucho más previsibles de lo que acontece. Quellón por ser un puerto, es un lugar que no tiene un sello identitario, puede ser de cualquier parte”.

Este pequeño puerto al sur de Chiloé es una de las ciudades que registró el mayor porcentaje de crecimiento demográfico en Chile. “Según el Censo 1982- 1992, la población de Quellón creció un 114%, mientras que durante los años 1992- 2002 se acercó al 45%. Esto ha generado un tipo de vivienda muy precaria y sobretodo ha generado muchos allegados y una carencia casi insolucionable de viviendas. Existen verdaderos cordones en la periferia. Gente que vive en viviendas precarias e instaladas en forma casi caótica en algunos lugares, donde la gente se hace de un terrenito y no hay ninguna planificación al respecto. La planificación urbana se ve afectada. Los servicios no dan abasto, desde luego no hay factibilidad de agua en muchos lugares”, dice Héctor Leiva.

Sergio Mansilla reafirma esta observación. “Quellón es un caso paradigmático. Un gran porcentaje de población que llega es por motivos laborales. Su interés primero es juntar recursos y si es posible volver a su lugar de origen, por lo tanto su vinculación con el territorio es mínima (…), como un campamento. Son pocos los que llegan con deseos de quedarse e interiorizarse de la cultura chilota y ser una especie de nativo, porque la gente que llega es obrera, de nivel medio como máximo. Sus intereses son otros. En Quellón existe una industria de la prostitución realmente impresionante. Uno no se imagina que han llegado prostitutas colombianas, brasileñas y peruanas”.

PÉRDIDA DE AUTONOMÍA ALIMENTARIA
Una de las grandes preocupaciones de esta situación de avance de la industria del salmón es la Soberanía Alimentaria de las comunidades chilotas. A juicio de Sergio Mansilla, “el efecto más grave tiene que ver con el hecho que la creciente proletarización de la población chilota, está disminuyendo drásticamente el cultivo de alimentos. Chiloé está perdiendo su autonomía alimentaria que tuvo por casi cinco siglos. Chiloé era una tierra pobre en muchos sentidos, pero siempre tuvo la gracia de ser autónoma desde el punto de vista de los alimentos, dependía muy poco de los alimentos industriales”.

Mansilla que nació a fines de la década de los 50’ en Chiloé y vivió gran parte de su infancia allí, recuerda como era su dieta y de donde obtenían la comida. “Ha habido un debilitamiento no solo de la posibilidad de generar alimentos propios, también se ha ido perdiendo la práctica de trabajo y de sociabilidad que implicaba la producción de alimentos, la siembra, la pesca, etc.”.

“La tradición culinaria ha ido quedando reservada para presentaciones costumbristas, para espectáculos de verano. En el encuentro costumbrista de Castro se hace chicha de manzana, milcao, pero eso no es parte de la cotidianidad de la gente. Se hace para efectos de mantener la memoria, pero en ese escenario. Y eso es una cosa que tiene que ver con la instalación de la industria del salmón”.

Al respecto, Renato Cárdenas asegura que impulsar el desarrollo de la agricultura en Chiloé podría moderar este “desequilibrado proceso”.
Pero lamenta que no existe ningún tipo de iniciativa que vaya en esa dirección, en una Región que es la productora histórica de la papa. “Uno de sus orígenes históricos es Chiloé y el cuarto alimento del mundo. El 83% de las papas de mundo tienen su raíz en las semillas chilotas. Hace 12.500 años en Monte Verde existía consumo de papa de recolección”.

Para Cárdenas “la agricultura como sistema de producción va a ir acarreando los elementos que tradicionalmente han sido de la Isla de Chiloé, como el sentido comunitario, el vivir en torno al tema de la tierra, de la naturaleza. Todos elementos que se han ido perdiendo, se han ido dejando de lado, porque no existe producción agrícola. Todos los huevos se pusieron en la canasta salmonera (…), en las jaulas salmoneras”.

“LA SEGUNDA COLONIZACIÓN DE CHILOÉ”
“A nadie le preguntaron en Chiloé si querían cultivar salmones en los mares y concesionaron a privados (las zonas para) evitar que los pescadores vayan pescar a ciertos lugares donde antes solían ir a pescar sin ningún problema, pero es que así se ha hecho todo en Chile”, señala Sergio Mansilla.

Destaca que “las salmoneras fueron parte del rediseño del país que se hizo entre 1977 y 1980 y se echó andar a todo vapor a partir de 1981, que es el actual modelo de desarrollo y crecimiento económico, y que se implantó sin preguntarle nada a nadie. Esto es producto de una dictadura, no hay que olvidarlo”.

Aquí es donde todos concuerdan en que la labor del Gobierno de regulación y de equilibrio es vital. “Yo no lo voy a pedir a la multinacional Marine Harvest que sea respetuosa del medioambiente o de la cultura chilota, porque su labor es ganar plata, maximizar sus utilidades y en eso hay que ser sumamente realista. No se le puede pedir a las empresas que de pronto se tornen filantrópicas, porque no lo son por naturaleza. Son los gobiernos quienes tienen que poner las regulaciones que correspondan. El problema está en la clase política”, acota Mansilla.

“En Chiloé está todo concesionado, no hay nada más que concesionar (…). ¡No puede ser!.. Hay gente que no quiere trabajar en las salmoneras, y que por opción existencial quiere seguir siendo pescador artesanal, pero no tiene opción. Ahí pienso que los gobiernos le tienen que dar espacio a todo el mundo. No se trata de encapsular a Chiloé, alejarlo de todo desarrollo industrial. Chile es un caso de desarrollo industrial extremo y eso evidentemente también afecta a Chiloé”.

Según Renato Cárdenas, “el tema fundamental tiene que ver con la permisión que tiene este proceso productivo y de que manera el Estado pudo o puede intervenir generando o robusteciendo elementos culturales de estas comunidades que son débiles”.

“Estamos en presencia de un David y un Goliat. Un tremendo sistema que se instala y que incluso altera la mentalidad de nuestras autoridades, o sea, concepciones distintas a lo que es valorar el bien patrimonial. El patrimonio son las formas culturales que se van transmitiendo de una generación a otra y se siguen reiterando en la siguiente generación, y si es así es por algo. Es porque ese bien, ese objeto, ese intangible tiene algún sentido de desarrollo en las comunidades, si no moriría”.

En el documental “Ovas de Oro”, se le consulta al Gerente de Cermaq, Geir Isaksen, por qué no aplican las normas noruegas en Chile y él responde porque en Chile somos chilenos y en Noruega noruegos. Eso da a entender que ellos hacen lo que se les exige y si no se les exige, nada van a hacer. No hay una voluntad de desarrollo para las comunidades. Si el Estado chileno se pone la bandera donde corresponde, por supuesto que estaríamos en otras condiciones, tendríamos exigencias de otro tipo, y eso que es válido para el tema medioambiental, también es válido para el tema cultural”.

Cárdenas afirma que “esta es una segunda colonización de Chiloé. Yo hago siempre un símil con lo que pasó durante la conquista. En Chile las autoridades eran generalmente los mismos encomenderos o tenían un consejo donde participaban los gobernadores, incluso las autoridades civiles designadas por el reino, en donde decidían las leyes y su aplicación. Es la misma cosa”.

“Estamos en presencia de tiempos difíciles, porque no hay autoridad que esté por la defensa del territorio, que es una necesidad hacerlo, porque en algún momento el país tendrá que responder por todo lo que está pasando. Los salmoneros se están yendo lentamente al sur. Al alcalde de Natales le están llegando muchas solicitudes para instalar salmoneras. Se van a ir de Chiloé porque tienen el medioambiente bastante contaminado, pero como en esa novela de Gabriel García Márquez, La Hojarasca, van a dejar el hoyo. Un hoyo difícil de arreglar”.

El escritor vaticina que “se requerirá de mucha inversión para limpiar y reconstruir una comarca. Chiloé es una comarca porque tiene una unidad. Aunque sean muy disímiles los pueblos, sus ubicaciones y economías, tienen una unidad que se lo ha dado ese pasado, un pasado muy antiguo que va mucho más allá de la llegada de los españoles. Eso es lo que tenemos que recuperar y ese es nuestro patrimonio”.

“El cultivo de salmón puede coexistir, pero no se está dando bien porque en vez de apoyar a un desarrollo está destruyendo una forma de vida, con absoluto apoyo del Estado”.

“DISCURSO SALMONERO”
Y esta imposición de la industria se ve reflejada en todo su discurso comunicacional. En marzo de este año, Cesar Barros Montero, presidente de SalmonChile, en sus primeras declaraciones en el cargo dijo: "Damos vida y sustento a las regiones donde trabajamos, que sin la acuicultura, volverían a la edad de piedra".
Renato Cárdenas dice que “son conceptos que tiene la industria y que por supuesto son el logotipo para la venta del sistema. Es perfectamente posible que tengamos una industria, que cultivemos salmones, pero no con el vasallaje que se está dando”.

En su opinión, “es el mismo discurso que trae el conquistador cuando el plantea una disyuntiva entre civilización y barbarie. Eso es típico de las sociedades que imponen, y no solamente el discurso, si fuese así lo podríamos anular con otro, pero tienen el sustento en una economía que es única, no hay otra alternativa. En una sociedad que quiere crecer no puede eliminar, reemplazar. El reemplazo no produce desarrollo. El desarrollo tiene que ver con cómo nosotros podemos alimentar un sistema para enriquecerlo, para hacerlo crecer, no para eliminarlo”.

Sergio Mansilla señala que “aunque así fuera yo no tengo porque pensar que la edad de piedra era peor que la nuestra. Lo que pasa es que la industria genera sus propias mitologías para justificarse. En la medida que más gente vaya dependiendo de la industria, efectivamente las posibilidades de desastre social y económico son más grandes si es que la industria llegase a desaparecer o a cerrar”.

Esto -agrega el académico- “precisamente por la pérdida de las prácticas culturales antiguas, que tenían el mérito de resolver el problema de la sobrevivencia aún en condiciones muy aisladas. Si se pierde la práctica de la siembra, si se pierde la práctica culinaria de comer alimentos orgánicos, si no se puede pescar porque no hay pescados o porque habiéndolos no se puede porque el mar está concesionado, obviamente que si la industria desaparece quedaría una tragedia”.

El discurso “productivista” de la industria del salmón afecta el patrimonio cultural intangible. “Las prácticas de vida, la imaginación la gente comienza a vivir en función de lo que puede ganar trabajando en las empresas o indirectamente a través de terceros. Eso genera un campo de expectativa y de presión del medio que hace que la cultura, las formas de vida se vayan tornando completamente funcionales a las necesidades de la industria”.

CHILOÉ ESTÁ SIENDO GOBERNADO POR TRANSNACIONALES

El poeta Sergio Mansilla sostiene que “a este ritmo no va a importar mucho si tal o cual práctica religiosa se mantiene o no. Porque la urgencia de ser eficiente, productivo, de tener que funcionar de acuerdo a patrones de racionalización para ajustarse a las exigencias de la industria terminan prevaleciendo por sobre otra práctica. La vieja práctica de los ancianos de conversar largamente con los jóvenes se está perdiendo, porque los jóvenes con suerte llegan a dormir a la casa, y si son de las islas tienen que irse a vivir en malas condiciones en Castro, Ancud o Quellón. El puente de generaciones antiguas y nuevas se está también rompiendo y eso es dramático porque va a cambiar de una manera radical la cultura chilota”.

Renato Cárdenas reflexiona que “si estas empresas fueran de ese antiguo capitalismo chileno nacionalista de la década del 60, sería distinto porque junto con el desarrollo de su empresa veían el desarrollo más de su entorno. Eso no ocurre porque una transnacional no tiene banderas. El tema de la contaminación no debería ocurrir si las autoridades se pusieran en el rol que les corresponde, que es fiscalizar”

El escritor es categórico en afirmar que “Chiloé está siendo gobernado por trasnacionales (...) si las autoridades tienen temor para aplicar algún tipo de sanción, cuando transgreden las normas. Todas las playas de la Isla están sucias de plásticos y nadie toma medidas. Realizan campañas ecológicas para que los niños aprendan a cuidar el medioambiente, los mandan a limpiar las playas, pero luego a los 15 años empiezan a trabajar en las salmoneras y ahí no hay ningún cuidado. Se pierde toda la formación ecológica de la escuela, una especie de pasada virtual por el mundo de la limpieza”.

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