martes, 28 de julio de 2009

¡Que ganas tengo de ser nacionalista!

"La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de otro modo." (Rosa Luxemburgo)

Por: Óscar Gómez Mera


A mi modo de entender el nacionalismo, existen dos grandes modelos de nación: el identitario y el cívico-legal.

El identitario está basado en la idea de comunidad de cultura. Reacio a las ideas de la Revolución francesa, fomenta el identitarismo para enfrentar y dividir territorios. Estos nacionalistas exaltan el idioma, la cultura, la religión, la identidad pura y ancestral para justificar la necesidad de la estructura política del Estado, para justificar la sociedad de clases. Una sociedad donde todo el mundo habla la misma lengua, exalta la misma cultura, profesa igual religión, pero donde la minoría gobierna a la inmensa mayoría.

La nación cívico-liberal surge de la ya mentada Revolución francesa como oposición al poder absolutista de la monarquía. Reconoce a cada miembro de la misma como ciudadano, libre e igual ante la ley. Es una nación basada en leyes y normas, donde el pueblo no es un ente abstracto y/o metafísico, si no el conjunto de las personas que forman la nación. El racionalismo se antepone a conceptos identitarios.

Enfrentando estas dos grandes ideas de nación, el arriba firmante se decantaría irremediablemente por la que él mismo ha dado en denominar cívico-legal. Pero sucede que ese concepto de nación surgido de una de las más importantes y hermosas revoluciones de la historia de la humanidad (bueno, todas lo son, al menos en un principio, hasta que viene alguien y lo jode todo), ha derivado en una burda y vil mentira.

Hoy, todas las naciones modernas democrático-constitucionales (sean republicanas o monárquicas) están regidas por leyes que sobre el papel defienden y amparan al ciudadano/a y sus derechos, pero que en la práctica legislan para que el mercado (el único verdaderamente libre) y sus mercaderes puedan hacer de las suyas a su libre albedrío. Todo ello con el agravante de conservar parte del otro nacionalismo, el identitario, como método social de control y división del vil populacho. En esta nación, como no, también esta justificada la estructura estatal como garante del cumplimiento de las leyes y normas.

No le gustaría más al que suscribe que existiesen esas naciones de ciudadanos libres. Pero como es que no, no le queda más remedio que declararse apartida y anacional. Pero como no sólo de pan vive el hombre, ni la mujer, sólo me resta soñar con esa nación donde cada uno hable la lengua que quiera y profese la religión que más rabia le de, pero sin querer imponérselas al que tiene al lado, ni mucho menos la conjunto de la ciudadanía. Donde el cosmopolitismo se anteponga al monopolio de la identidad cultural. Una nación donde las leyes sean leyes porque son justas, y no donde a las leyes se las consideres justas por el simple hecho de ser leyes. Donde la democracia sea el poder del pueblo y no el de los partidos políticos, y mucho menos el del libre mercado. Y donde no necesitemos de una estructura política contraria al propio concepto de democracia, si no que seamos capaces de ser responsables, y por consiguiente libres, para resolver nuestros problemas.

Que ganas tengo de que esa nación exista, para poder nacionalizarme en la patria de la libertad y la democracia, y ondear mi bandera cada año en su fiesta nacional. Que ganas tengo de ser nacionalista.

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